Villa María, viernes 22 de noviembre de 2024

García Cuerva: «No podemos darnos el lujo de seguir alimentando fragmentación en lugar de esperanza»

El nuevo arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva, advirtió este sábado que «no podemos darnos el lujo de seguir alimentando la fragmentación en lugar de la esperanza», llamó a «hacernos cargo y no mirar para otro lado» ante «una realidad económica y social que duele y congela el alma» y pidió «no fomentar la profundización de la grieta».

Así lo afirmó en su homilía de la misa de inicio de su ministerio pastoral en la ciudad de Buenos Aires, que se realiza en la Plaza de Mayo, con la presencia del presidente Alberto Fernández y parte de su gabinete así como funcionarios del gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

«Hoy estamos llamados a reconocer que, entre nosotros, hay personas, familias, amigos que están sufriendo; que se sienten lastimadas en su esperanza: las familias que siguen llorando a los más de 16.000 fallecidos por Covid en la ciudad; los ancianos abandonados o dejados de lado; quienes sufren adicciones, violencia en todas sus formas, angustia y pánico; quienes viven en situación de calle o en viviendas precarias, o tantos y tantas que, desvelados, hacen malabares buscando llegar a fin de mes», dijo el arzobispo en su sermón.

Se refirió también a aquellos que «ya no tienen ganas de seguir; paralizados en sus sueños, golpeados por una realidad económica y social que duele y que congela el alma» y pidió: «Hacernos cargo, no mirar para otro lado».

«Frente a una realidad tan compleja, donde la impotencia parece tener la última palabra y el ‘sálvese quien pueda’ puede volverse un canto de sirenas, el evangelio nos regala un canto aún más esperanzador: nadie puede cargar solo al paralítico, nadie tiene sólo las respuestas; es necesario, aprender a encontrarnos y reconocer que somos una comunidad», expresó García Cuerva.

Al hacer referencia al Evangelio que se leyó en la misa, donde se relata el encuentro de Jesús con un paralítico que le acercaron cuatro hombres, el arzobispo habló de la necesidad de «dejar los personalismos de lado generando consensos y buscando acuerdos que permitan a la creatividad y a la audacia abrir nuevos caminos».

En otro tramo, hizo referencia a «los enemigos del ‘no se puede’ porque hicieron experiencia de que juntos, encontrándose, reconociéndose y sin necesidad de cancelar sus diferencias, nacía una nueva comunión capaz de levantar los techos invisibles que el conformismo tantas veces impone».

«No podemos darnos el lujo de seguir alimentando la fragmentación en lugar de la esperanza. ¡Cuánta necesidad tiene nuestra ciudad, nuestra sociedad, nuestra Iglesia diocesana de ver esas manos tan distintas sosteniendo juntas esa camilla que reclama esperanza! La fe de estos hombres, se concretizó en ese gesto de querer trabajar juntos, y despertó un mensaje profético para el Cafarnaúm de aquel tiempo y para el Buenos Aires de hoy», dijo en uno de los tramos más aplaudidos de su homilía.García Cuerva aseveró también que «necesitamos de una fuerte conmoción del Espíritu Santo que nos sacuda, nos desinstale, nos cargue de alegría y nos apasione» y añadió: «Es él quién puede ayudarnos a curar la parálisis de no poder soñar y trabajar con otros por un país más justo y fraterno; la parálisis de la intolerancia y la descalificación que no nos deja caminar al encuentro del otro, que, aunque piense o sea distinto, merece todo mi respeto y consideración. La parálisis de no darnos cuenta que tantas veces somos paralíticos».

Pidió también «cuidarnos de la sutil atracción de las confabulaciones, del aparente regocijo del desprestigio del otro, de la tentación nefasta de hablar y calumniar por detrás; y mucho menos de aquellos que se animan a jugarse la vida y hacer algo por los demás»

«No seamos, como esos escribas, que descalifican a Jesús, no fomentemos la profundización de la grieta, a la que, me escucharán siempre decir que prefiero llamar herida porque duele y sangra en las entrañas del pueblo», expresó.

En una exhortación final, pidió a los presentes: «Levantemos el techo del ‘no se puede’; levantemos el techo del ‘siempre se hizo así’, el techo de la indiferencia y la resignación… levantemos los techos que no nos permiten soñar y que han oscurecido e imposibilitado el horizonte de tantos de nuestros jóvenes».

«Nosotros también nos queremos seguir jugando la vida por la Buena Noticia de Jesús; ¡entonces no le tengamos miedo al futuro!, ¡Atrevámonos a soñar a lo grande!, que el chiquitaje no nos gane, y no nos consolemos con vuelos rastreros. Volemos alto y soñemos en grande», concluyó su mensaje durante la misa.

Saber académico e inserción pastoral

De 55 años, García Cuerva es considerado un obispo de gran saber académico además de contar con una profunda inserción pastoral, especialmente en el ámbito carcelario, y con una importante trayectoria social en los barrios populares del conurbano bonaerense.

«Yo quiero ser el pastor de todos, especialmente de aquellas ovejas más heridas, de aquellas ovejas que más sufren, especialmente de aquellos que se sienten excluidos, marginados y aquellos que sufren la cruz del dolor de la enfermedad», dijo en sus primeras palabras tras ser conocida su designación, semanas atrás.

A fines de junio, el papa Francisco entregó el palio bendecido al nuevo arzobispo porteño, en una ceremonia en la Basílica de San Pedro en la que también animó a los responsables de arquidiócesis de todo el mundo a trabajar «en los barrios, en la sociedad civil, en la Iglesia y en la política».

La designación de García Cuerva se conoció el pasado 26 de mayo, luego de que el Vaticano aceptara la renuncia presentada por el cardenal Mario Poli, al haber cumplido 75 años -el 29 de noviembre de 2022 pasado- y lo designara administrador apostólico de Buenos Aires, con las facultades de arzobispo arquidiocesano, hasta la toma de posesión canónica de su sucesor.

Nacido el 12 de abril de 1968 en Río Gallegos, García Cuerva cuenta con una importante trayectoria académica -es abogado y teólogo- y además posee una profunda inserción pastoral: fue capellán de varios penales y secretario de la Pastoral Carcelaria del Episcopado y se desempeñó como párroco en la populosa villa La Cava, en San Isidro, así como en otras villas del conurbano bonaerense, un verdadero «pastor con olor a oveja», como suele definir Francisco a los curas con ese perfil.

«Aquí, en la diócesis del fin del mundo, fui aprendiendo a ser obispo diocesano junto al pueblo, soñando juntos un Iglesia hospital de campaña como nos dice el Papa», fueron unas de sus primeras palabras tras la designación, en una carta difundida a través de las redes sociales.

El exobispo auxiliar de Lomas de Zamora y actual obispo de Río Gallegos -cargo que ocupa desde enero de 2019- reemplazará al cardenal Poli, el sucesor de Jorge Bergoglio en la ciudad de Buenos Aires, que mantuvo un bajo perfil durante toda su gestión porteña.El nuevo arzobispo porteño es hijo de Jorge Antonio García Cuerva -odontólogo, comodoro retirado de la Fuerza Aérea Argentina- y de Graciela García Cuerva -docente-; y es el mayor de cinco hermanos de una familia de clase media oriunda de la ciudad de Buenos Aires que se desplazó por unos años a Río Gallegos, donde nació.

En 1986, ingresó a la carrera de derecho en la Universidad de Buenos Aires, y al mismo tiempo comienza a misionar en los barrios populares de El Palito y El Garrote, en la localidad de Tigre. Ahí es cuando descubre su vocación sacerdotal que lo llevó a interrumpir sus estudios de abogacía, que retomó años mas tarde.

El 14 de marzo de 1989, García Cuerva ingresó al seminario de la diócesis de San Isidro y fue ordenado sacerdote el 24 de octubre de 1997 en la Catedral de San Isidro por el entonces obispo Jorge Casaretto.

Como sacerdote, trabajó en la diócesis de San Isidro, donde inició su ministerio en los barrios populares del conurbano y fue vicario parroquial de la Iglesia Nuestra Señora de la Cava, ubicada en La Cava, localidad de Beccar, una de las mas conocidas villas de emergencia.

En 2006 pasó a ser párroco de la Iglesia Santa Clara de Asís en la localidad de El Talar, partido de Tigre, en los barrios populares San Pablo y Almirante Brown; y en 2014 volvió a La Cava como párroco.

Fue miembro de la Comisión Nacional sobre la Drogodependencia de la Conferencia Episcopal Argentina (hasta el año 2013).

En el ámbito de la pastoral carcelaria, fue capellán de unidades carcelarias en la provincia de Buenos Aires (desde el 2011); delegado diocesano de la Pastoral Penitenciaria (desde 1997); delegado regional de la Pastoral Carcelaria, y representante de América Latina y el Caribe ante la Comisión Internacional de la Pastoral Penitenciaria Católica (ICCPPC) en 2010 y 2017.

FUENTE: TÉLAM

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